La revolución solar no es ninguna novedad: lleva años en marcha, poniendo patas arriba la matriz eléctrica española. Algunos hitos, sin embargo, dan buena fe de la magnitud del cambio: en mayo, la solar fotovoltaica fue la tecnología que más electricidad generó en el sistema eléctrico español. Supuso, por sí sola, casi el 24% de toda la generación y el 27,6% del consumo, una vez descontadas las cada vez más cuantiosas exportaciones. Algo completamente inimaginable hace solo un lustro, cuando la fotovoltaica era la séptima fuente de energía, por detrás incluso del carbón.
Las cifras de Red Eléctrica de España (REE) solo tienen en cuenta las plantas fotovoltaicas en suelo, no el autoconsumo —los paneles instalados en el tejado de hogares y empresas—, que crecieron con fuerza en los años de la crisis energética y que ya laminan mucha demanda, pero cuyos datos aún no integra el gestor del sistema. Se puede afirmar, eso sí, sin temor a equivocarse que, sumada esa generación doméstica y de empresas, los paneles solares ya aportan más de la cuarta parte de la electricidad generada en España en mayo.
“Ha sido un cambio brutal en muy pocos años”, sintetiza Francisco Valverde, analista independiente del sector eléctrico. Con todas las nuevas granjas solares ya en marcha, que entrarán en funcionamiento a corto y medio plazo, augura, “los récords van a ir a más”. La fotovoltaica, dice, tiene muchos visos de cerrar 2024 por delante de los ciclos, lo que le situaría en el tercer lugar, solo por detrás de la eólica y la nuclear. “Y muy probablemente el año que viene ya supere a la nuclear y cierre como segunda mayor fuente de generación”.
Este bum de la fotovoltaica ha elevado en los últimos meses las voces que alertan de los riesgos de canibalización de precios: que la nueva potencia instalada hunda tanto los precios en las horas solares que los ingresos de sus propietarios se hundan y eso desincentive la inversión en paneles. Hay dos elementos clave para evitar ese desenlace: el aumento de la demanda, que debería crecer en los próximos años —al calor, sobre todo, del coche eléctrico y de los sistemas de aerotermia—, y la paulatina incorporación de baterías y bombeos, los sistemas llamados a almacenar los excedentes de energía renovable que hoy se desperdicia en las horas solares de muchos días laborables y, sobre todo, de fines de semana y festivos.
“Después del bum de la fotovoltaica viene el de las baterías”, augura Valverde, que cree que serán un “elemento clave” en los próximos años. “No es normal que en zonas como California, Alemania o Australia haya ya tantas y aquí no”, critica. Hasta que esa tendencia llegue a España, la demanda debe jugar un papel clave: “Hay que favorecer el consumo en esos horarios diurnos, y un cambio en el sistema de peajes y cargos para hacer aún más atractivas esas horas sería útil”. El problema es que la proliferación de tarifas fijas de la luz, en las que el precio es el mismo todos los días y a todas horas, ha reducido los incentivos de muchos hogares y empresas para consumir en los tramos en los que más electricidad limpia hay.
Aunque todavía de manera tímida y sin haber recuperado todo lo retrocedido en la crisis energética, la demanda de electricidad ya empieza a picar al alza. En lo que va de año, el consumo interno español crece un 1,5% ya corregido por climatología y laboralidad, según las cifras de REE.
A más renovables, menor precio
El acelerón de la fotovoltaica, coincidente en el tiempo con una primavera particularmente dulce para la hidráulica y con un buen tono eólico, ha contribuido a la mayor depresión de precios de la historia del mercado eléctrico español. En abril, el coste del megavatio hora (MWh) quedó por debajo de los 13,7 euros en el mercado mayorista, el más bajo desde que hay registros. Mayo cerrará en 30 euros por MWh, una cifra también históricamente baja.
Esta dinámica de precios, no obstante, es probable que cambie en los próximos meses. En verano, el viento amaina —reduciendo la producción de los aerogeneradores—, el agua es menos abundante y la fotovoltaica pierde algo de eficiencia con las altas temperaturas. En paralelo, la demanda suele aumentar por los aires acondicionados. El resultado de este cóctel de factores es un precio de la electricidad todavía contenido pero al alza: los futuros proyectan 44 euros por MWh en junio, 68 en julio y 76 en agosto. Cifras coyunturalmente al alza, pero aún manejables desde el punto de vista de la factura.
Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites
_