En la medida que la modernidad castró a los regateadores y los convirtió en una especie en extinción, jugadores como el brasileño Samuel Lino (Santo André; 23 años) se empeñan en demostrar que el regate es ahora más necesario y desequilibrante que nunca. “El regate es una forma de ilusionar, es algo de amor, el fútbol no puede ser solo toque, toque y toque. Hay un momento en el que hay que hacer magia”, defiende con alegría Lino. En este fútbol de la excelencia en lo táctico y en lo físico, su desborde le valió para dar el salto de las favelas al Gil Vicente portugués en 2019. Tres años más tarde, el Atlético de Madrid le reclutó por siete millones de euros. Cedido al Valencia en su primer curso como rojiblanco, cuando se presentó este verano a la pretemporada tenía más posibilidades de volver a salir cedido que hacerse un hueco en el plantel rojiblanco. Los informes de su temporada en Mestalla eran buenos dentro y fuera del campo, pero no parecía haber hueco para él.
Sin embargo, en alerta porque sabía que Yannick Carrasco podría salir, como finalmente sucedió, Diego Pablo Simeone ya imaginó a Lino en los primeros entrenamientos de la concentración de Los Ángeles de San Rafael más como carrilero izquierdo que extremo. En la gira por Asia y Centroamérica, tras dedicarle unas sesiones individuales, el preparador argentino se convenció de que tanto Lino como Riquelme debían ser reclutados y reciclados para la posición del belga si este salía traspasado. Simeone le comunicó al club que no quería que salieran cedidos o que formaran parte de alguna operación.
Simeone piensa que a Lino no le cuesta correr hacia atrás cuando el equipo pierde la pelota. Por ese lado, cuenta con ventaja respecto a Riquelme. “Estoy absorbiendo todos los conceptos del Cholo, sobre todo los defensivos, como saber perfilarme”, advierte. Esta noche, si Simeone le concede la titularidad, puede ser encarado por Rodrigo, otro regateador excelso. “Es nuestra cultura, yo admiraba a Ronaldinho, a Ronaldo y a Robinho, que era otro regateador increíble”. Por si le toca jugar, Simeone repitió hace días otra sesión individualizada de movimientos defensivos. “Me da mucha información para mejorar en esos aspectos”, incide.
Aunque tanto Baraja, en el tiempo que lo dirigió en el Valencia, como ahora Simeone coinciden en que Lino debe mejorar la definición y la toma de decisiones, la parte ofensiva la trae de serie, engendrada en el juego libertino de los campos de tierra de las favelas. “Cuando eramos niños mi hermano y yo estábamos todo el día regateando y bailando. El regate y mi velocidad son mis armas cuando necesito crear peligro desde que jugaba al fútbol-sala. Al fútbol once empecé a jugar en el equipo de un proyecto llamado Triguinho, destinado a los chicos que no teníamos recursos para pagar una escuela de fútbol. También era una forma de alejarnos de los peligros del barrio”, relata con naturalidad.
“Tenía amigos que eran mejores regateadores que yo, con más variedad y de los que aprendí mucho, pero no llegaron arriba. La vida en la favela era dura, pero tuve la suerte de que mis padres, sobre todo mi madre que estaba empleada en dos empresas, trabajaron mucho para darnos una vida y una buena educación”, concluye</CW><CW2>.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites