La tercera evolución de Vinicius cristalizó el martes pasado en el Allianz con una noche que le acercó a la categoría de los matadores históricos. El brasileño empezó en el Real Madrid como agitador un tanto atolondrado. Con Ancelotti, mutó en el escudero que impulsó a Benzema al Balón de Oro. En Múnich, en su nueva vida de falso nueve, cada más lejos de la izquierda, no solo sostuvo al equipo con dos goles en la ida de la semifinal de la Champions (2-2); alargó una estela imponente en la Copa de Europa todavía con 23 años.
Solo otros cuatro futbolistas han marcado en las semifinales en tres ediciones seguidas del torneo: Di Stéfano, entre 1956 y 1960; Litmanen, entre 1995 y 1997; Cristiano Ronaldo, entre 2012 y 2015; y De Bruyne, entre 2021 y 2023.
El impacto del brasileño en la Champions, ya desde su segunda evolución en la temporada 2021/22, es formidable: en las tras últimas ediciones, nadie acumula más contribuciones al gol que sus 32 (16 tantos y 16 asistencias), por delante de Mbappé (28), Haaland (23) y Lewandowski (23), según la cuenta de X Don Amancio, con datos oficiales de la UEFA.
“Una de las características mejores que tiene Vinicius es su continuidad en el juego”, ha dicho Ancelotti. Opta tiene registrada una secuencia apabullante: en sus últimos 25 partidos en la Copa de Europa, desde marzo de 2022, el brasileño solo se ha quedado sin marcar o asistir en cuatro.
Vinícius Júnior’s last 25 starts in the Champions League.
Over the course of two years, that’s a run reserved for very few at this level. pic.twitter.com/bdKdkILKm4
— La Pausa (@lapausa_pod) May 1, 2024
El despegue del último Vinicius constatado en Múnich tiene dos puntos de toque en EE UU cuyos efectos pueden rastrearse en sus goles al Bayern. El primero sucedió en la pretemporada, en las instalaciones de la UCLA, en California. Benzema ya no estaba allí, Modric se asomaba al último tramo de su carrera, y el brasileño entendió que se le abría una oportunidad de sumar varios goles más al año desde el punto de penalti. Esos días, inspirado en el estilo de lanzamiento de Neymar, una de sus mayores referencias futbolísticas, comenzó a practicar una suerte a la que hasta entonces apenas se había dedicado de manera sistemática.
Pero la primera prueba salió mal. En el clásico disputado en Dallas el 29 de julio, tiró al larguero. Algunas personas de su equipo de trabajo le reprocharon que no hubiera seguido el plan. En las prácticas había buscado siempre las esquinas por bajo, pero cuando se vio ante Ter Stegen disparó alto y al centro: a la madera. Pasó mucho tiempo hasta su siguiente oportunidad. Sobre todo por sus dos lesiones musculares, las primeras de su carrera.
Ese parón obligado conduce al segundo punto de toque del despegue, también en EE UU. Cuando ya estaba listo para volver, el 17 de diciembre contra el Villarreal, prefirió esperar un poco más. Se perdió ese partido y el del 21 contra el Alavés, pero, como el campeonato paraba hasta enero, ganó tres semanas de pretemporada. Estaba obsesionado con regresar en las mejores condiciones para volar en 2024, según fuentes de su entorno. Por eso hizo algo extraño: se llevó de vacaciones de Navidad a Thiago Lobo, su fisio y preparador personal, con el que trabajó a diario mientras viajaba de costa a costa para presenciar partidos de la NBA en Los Ángeles, Oklahoma y Nueva York.
A la vuelta, en la final de la Supercopa en Arabia, se encontró de nuevo con un penalti contra el Barça. Batió a Iñaki Peña y completó un hat trick en 39 minutos. Como hizo con Ter Stegen tres meses más tarde en su siguiente oportunidad, en el clásico que sentenció la Liga en el Bernabéu. Solo nueve días antes de la noche del Allianz, en un momento aún más comprometido: fuera de casa, con 2-1 abajo en el minuto 83, con Manuel Neuer enfrente.
El gol culminó una jugada que, aparte del aplomo en el lanzamiento, contiene más rasgos de su transformación. El penalti es el final de una jugada que dirigió el brasileño y en la que, sin obcecarse en avanzar al área, manejó el tiempo hasta encontrar el instante en el que meter el pase a Rodrygo, al que derribó Kim. Lo hizo alejado de la banda, uno de los cambios a los que le ha empujado Ancelotti. Si la temporada pasada recibía el 37% de los pases pegado a la línea, en esta la proporción ha caído al 26%, según StatsBomb.
Pisa zonas nuevas y allí muestra una comprensión táctica destilada, como dice en privado, tras muchas horas al lado de Benzema. Su primer gol en Múnich, cuando más sufría el Madrid, le procuró los raros elogios de Kroos a sus avances en la lectura del juego: “Mucho crédito para Vini. Es él quien me ofrece hacer el pase con su movimiento”, explicó. “No solo es rápido, sino que también es listo, y sabe cómo y cuándo se tiene que mover”.
Esa evolución en su inteligencia futbolística le ha permitido explotar las zonas más cercanas al gol, algo que no había aprendido en Brasil. Ahora se codea con los mejores delanteros de Europa: es el duodécimo con mejor promedio goleador de las cinco grandes ligas, con 0,6 goles por partido, según StatsBomb. Por delante, solo queda un pequeño pelotón de elegidos del que parecía sideralmente lejos: Kane, Mbappé, Haaland, Morata, Isak… Con su tercera evolución, Vinicius avanza hacia el gobierno de Europa con registros impensados cuando llegó al Madrid.
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